El racismo es una de las cosas más despreciables, feas, anticristianas, e inexcusables que existen en el planeta. Persiste en muchas partes y tenemos que hacer todo lo posible por erradicarlo cada vez que se hace visible.
Pero cuando (o si) el racismo se hace notar dentro de la iglesia debemos erradicarlo de raíz en ese mismo instante. No hay lugar para el racismo y punto.
Como cristianos, el racismo va en contra de los principios bíblicos. Todos los seres humanos fueron creados por Dios. Dios nuestro creador nos ha creado. Dios ama a la gente de todas las razas y, por tanto, nosotros deberíamos hacer lo mismo. Sin duda, hubo momentos trágicos en que muchos creyentes actuaron motivados por prejuicios raciales y por odio. Los Bautistas del Sur nunca deben ocultar esta parte de nuestra historia. Más bien, tenemos que arrepentirnos de esto con lágrimas.
Nosotros los Bautistas del Sur llevamos las cicatrices de aquel pasado. Juntos nos hemos arrepentido a la vez que hemos reconocido los errores que habían cometido nuestros antepasados. Para dejar el pasado atrás requiere disciplina, persistencia y madurez espiritual.
Estoy agradecido de que la iglesia Bautista del Sur sea la denominación más diversa étnicamente en los Estados Unidos. Lo mismo ocurre aquí en Oklahoma. Estoy agradecido de que uno de los presidentes de la Convención Bautista del Sur fuera afroamericano. Nuestras reuniones serán cada vez más marcadas por la diversidad racial, étnica y cultural.
Este año la Convención Bautista del Sur eligió como presidente de la Conferencia de Pastores a un afroamericano. El otoño pasado los bautistas aquí en Oklahoma eligieron como presidente electo de la Conferencia de Pastores de Oklahoma a un afroamericano.
Aunque estoy muy agradecido por esto, los Bautistas del Sur deben seguir animando a que las personas de toda raza ocupen puestos de liderazgo. Su presencia nos enriquece a todos. Deberíamos hacer esto debido a nuestro profundo amor y respeto hacia toda la gente— especialmente hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo— y no por obligación. Al ocupar puestos de liderazgos nosotros reconocemos sus capacidades y sus dones espirituales.
Lamentablemente la iglesia no ha tomado la iniciativa en la lucha contral el prejuicio racial. En lugar de ser la sal de la tierra y la luz del mundo, la iglesia no se ha ocupado de este tema con seriedad. La verdad es que la iglesia debería liderar el proceso de reconcilianción racial cuando predicamos e interactuamos con la gente. Como la luz del mundo, deberíamos brillar intensamente como símbolo de la justicia racial, la igualdad, y la hermandad.
Simpre habrá diferencias culturales inherentes tanto dentro de la sociedad como dentro de la iglesia. Cuando nos hacemos cristianos, no perdemos nuestra identidad étnica y cultural. Sin embargo, no podemos dejar que esto nos haga perder de vista nuestra ciudadanía como miembros de la familia de Dios. La iglesia está compuesta de personas de diferentes razas y etnias. Pero más importante aún es el hecho de que somos uno en Cristo. Como he dicho muchas veces, en la familia de Dios solo hay una raza— la raza escogida—y somos uno en Cristo.
Dejar a un lado las diferencias raciales no es tan fácil como parece. Solo el poder de Dios puede eliminar el prejuicio racial que existe dentro del corazón humano. Y solo el poder de Dios puede llenar ese corazón con amor. Indudablemente, cuanto más nos parezcamos a Cristo, más fácil será olvidarnos de nuestras diferencias. Y más fácil será superar toda división racial.